Traducción por:
César Segovia
Cuando Angel Amankwaah viajó desde Denver a la Universidad Central de Carolina del Norte este verano para recibir orientación para nuevos estudiantes, supo que había tomado la decisión correcta.
Se divirtió aprendiendo los cantos que corean los aficionados en los partidos de fútbol. Pero también vio que “hay estudiantes que se parecen a mí y profesores que se parecen a mí” en la universidad históricamente negra, dijo Amankwaah, de 18 años, quien es negra. “Sabía que estaba en un espacio seguro”.
De repente, esto se ha convertido en una consideración importante para los estudiantes de todos los orígenes y creencias que van a la universidad.
Durante mucho tiempo, los estudiantes han elegido universidades en función de su reputación académica y vida social. Pero con los campus en la mira de las guerras culturales, ahora muchos estudiantes también están haciendo un balance de los ataques a la diversidad, el contenido de los cursos y los discursos, así como de los oradores en ambos extremos del espectro político. Están monitoreando los crímenes de odio, la legislación anti-LGBTQ, las leyes estatales de aborto y si estudiantes como ellos (negros, de zonas rurales, veteranos militares, LGBTQ o de otros orígenes) están representados y apoyados en el campus.
“No hay duda de que lo que está sucediendo a nivel estatal está afectando directamente a estos estudiantes”, dijo Alyse Levine, fundadora y directora ejecutiva de Premium Prep, una firma consultora de admisiones a universidades privadas en Chapel Hill, Carolina del Norte. Cuando ven las universidades de algunos estados ahora, dice, “hay estudiantes que se preguntan: ‘¿Realmente me quieren ahí?’”.
Para algunos estudiantes en ambos lados de la división política, la respuesta es no. En el caótico nuevo mundo de las universidades e institutos universitarios estadounidenses, muchos dicen que no se sienten bienvenidos en ciertas escuelas, mientras que otros están dispuestos a cancelar oradores y denunciar a profesores con cuyas opiniones no están de acuerdo.
Es demasiado pronto para saber en qué medida esta tendencia afectará dónde y si los futuros estudiantes terminarán yendo a la universidad, ya que los datos de inscripción disponibles públicamente se retrasan en tiempo real. Pero hay indicios de que está teniendo un impacto significativo.
Uno de cada cuatro futuros estudiantes ya ha descartado considerar una facultad o universidad debido al clima político en su estado, según una encuesta realizada por la consultora de educación superior Art & Science Group.
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Entre los estudiantes que se describen a sí mismos como liberales, la razón más común para descartar institutos universitarios y universidades, según esa encuesta, es porque es en un estado en particular “demasiado republicano” o tiene lo que consideran regulaciones laxas sobre armas, legislación anti-LGBTQ, leyes restrictivas sobre el aborto y falta de preocupación por el racismo. Los estudiantes que se describen a sí mismos como conservadores rechazan estados que creen que son “demasiado demócratas” y que tienen leyes liberales sobre el aborto y los derechos homosexuales.
Con tanta atención centrada en estos temas, The Hechinger Report ha creado una Campus Welcome Guide (Guía de Bienvenida al Campus)—la primera herramienta de su tipo— que muestra las leyes estatales y las políticas institucionales que afectan a los estudiantes universitarios. Desde prohibiciones de iniciativas de diversidad, equidad e inclusión y “teoría crítica de la raza”, hasta si se aceptan los carnets de estudiantes como prueba de residencia a efectos de votación.
También enumera —para cada institución de cuatro años en el país— aspectos como la diversidad racial y de género entre estudiantes y profesores, el número de estudiantes veteranos matriculados, la incidencia de crímenes de odio motivados por la raza en el campus, clasificaciones de la libertad de expresión y si la universidad o instituto universitario atiende a muchos estudiantes de zonas rurales.
El sesenta por ciento de los futuros estudiantes de todos los orígenes afrima que las nuevas restricciones estatales al aborto es relevante en al menos en cierta medida en el lugar donde eligen ir a la universidad, según encontró una encuesta separada realizada por Gallup y Lumina Foundation. De ellos, ocho de cada 10 dicen que preferirían ir a un estado con mayor acceso a servicios de salud reproductiva. (Lumina se encuentra entre quienes financian a The Hechinger Report, que produjo esta historia).
“Tenemos muchas mujeres jóvenes que no consideran ciertos estados”, dijo Levine. Una de sus propias clientas desistió de ir a una universidad en St. Louis después de que Missouri prohibiera casi todos los abortos tras la decisión Dobbs de la Corte Suprema, dijo.
Las instituciones de Alabama, Florida, Luisiana y Texas son las que tienen más probabilidades de ser eliminadas de las listas de estudiantes liberales, según la encuesta de Art & Science Group. En general, es más probable que se mantengan alejados del sur y el medio oeste, mientras que los estudiantes conservadores eviten California y Nueva York.
Uno de cada ocho estudiantes de secundaria en Florida dice que no iría a una universidad pública en su propio estado debido a sus políticas educativas, según encontró una encuesta separada realizada por el sitio web de información y clasificación de universidades www.Intelligent.com.
Con 494 leyes anti-LGBTQ propuestas o adoptadas este año —según American Civil Liberties Union— los futuros estudiantes que son LGBTQ+ y que han experimentado un acoso significativo a causa de ello tienen casi el doble de probabilidades de decir que no planean ir a la universidad en absoluto que los estudiantes que experimentaron niveles más bajos de acoso, según una encuesta realizada por GLSEN, anteriormente Gay, Lesbian and Straight Education Network.
“Estás atacando a niños que ya son vulnerables”, dijo Javier Gómez, un estudiante LGBTQ en su primer año en Miami Dade College. “Y no se trata sólo de estudiantes queer. Muchos jóvenes están hartos”.
Aún no es evidente si las nuevas leyes están afectando el lugar donde los jóvenes LGBTQ eligen ir a la universidad, dijo Casey Pick, director de leyes y políticas de The Trevor Project, que apoya a los jóvenes LGBTQ en crisis. Existe evidencia que los adultos LGBTQ si se están alejando de los estados que aprueban leyes anti-LGBTQ, dijo Pick. Y “si los empleados adultos toman esto en cuenta cuando deciden dónde quieren vivir, puedes apostar que los estudiantes universitarios están tomando las mismas decisiones”.
Mientras tanto, en una era de rechazo a las políticas de diversidad, equidad e inclusión en muchos estados —y contra la acción afirmativa en todo el país— Amankwaah es una de un número creciente de estudiantes negros que eligen lo que consideran la seguridad relativa de una HBCU (Historically Black Colleges and Universities). La inscripción en las HBCU aumentó alrededor del 3 por ciento en 2021, el último año del que se dispone de cifras, mientras que el número de estudiantes en otras universidades y facultades disminuyó.
“El verdadero ataque aquí es el sentimiento de pertenencia”, dijo Jerry Young, quien dirige el programa Freedom to Learn en PEN America, que hace seguimiento a las leyes que restringen los esfuerzos de diversidad y la enseñanza sobre la raza en colegios y universidades. “Lo que realmente hace es izar una bandera para decirle a los estudiantes más marginados: ‘No los queremos aquí'”.
Más del 40 por ciento de los administradores de universidades y facultades dicen que el fallo de la Corte Suprema que restringe el uso de la acción afirmativa en las admisiones afectará la diversidad en sus campus, según una encuesta de Princeton Review cuando comenzaba el año escolar.
Los estudiantes universitarios de todas las razas y tendencias políticas informan que se sienten incómodos en los campus que se han convertido en campos de batalla de temas culturales y políticos. Los de izquierda están furiosos por las nuevas leyes que bloquean programas de diversidad, equidad e inclusión y la enseñanza de ciertas perspectivas sobre la raza. Mientras los de derecha lamentan que los oradores conservadores son abucheados o cancelados, los comentarios impopulares criticados en clase y lo que ven como una adopción de valores diferentes a los que aprendieron en casa.
Un padre de Michigan dijo que apoyaba la decisión de su hijo de saltarse la universidad. Según él, otros padres también están disuadiendo a sus hijos de ir a la universidad, citando “el consumo excesivo de alcohol, la cultura de las relaciones, las enseñanzas seculares, profesores de izquierdista radicales que mezclan antiamericanismo, anticapitalismo, anti libertad de expresión y un énfasis en la diversidad, equidad e inclusión” que, según él, es contrario a un enfoque en el mérito. El padre pidió que no se usara su nombre para que sus comentarios no afectaran a su hija, quien asiste a una universidad pública.
Más de uno de cada 10 estudiantes en universidades de cuatro años ahora dicen que sienten que no pertenecen a su campus, y otros dos de cada 10 no están ni de acuerdo ni muy de acuerdo con que pertenecen, según encontró otra encuesta de Lumina y Gallup. También descubrió que quienes responden de esta manera tienen más probabilidades de experimentar estrés con frecuencia y de abandonar los estudios. Uno de cada cuatro estudiantes hispanos informa que frecuente u ocasionalmente se siente inseguro o sufre falta de respeto, discriminación o acoso.
Los veteranos militares que utilizan los beneficios de la ley G.I. para retomar los estudios dicen que una de sus barreras más importantes es la sensación de que no serán bienvenidos, según una encuesta realizada por el Instituto D’Aniello para Veteranos y Familias Militares de la Universidad de Syracuse. Casi dos tercios dice que los profesores y administradores no entienden los desafíos que enfrentan, y el 70 por ciento dice lo mismo sobre sus compañeros de clase no veteranos.
Las universidades deben ser “espacios seguros y de afirmación”, dijo Pick, del Proyecto Trevor, no lugares de aislamiento y alienación.
Sin embargo, un número significativo de estudiantes dice que no se siente cómodo compartiendo sus puntos de vista en clase, según otra encuesta realizada por College Pulse para el Sheila and Robert Challey Institute for Global Innovation and Growth, de tendencia conservadora, en la Universidad Estatal de Dakota del Norte. De ellos, el 72 por ciento dice que teme que sus opiniones sean consideradas inaceptables por sus compañeros de clase y el 45 por ciento por sus profesores. Los estudiantes conservadores tienen menos probabilidades que sus compañeros liberales, de creer que todos los puntos de vista son bienvenidos y están menos dispuestos a compartir los suyos.
“¿Es realmente un entorno intelectualmente diverso?” se pregunta Sean Stevens, director de encuestas y análisis de la Foundation for Individual Rights and Expression (FIRE), que ha lanzado una clasificación de la libertad de expresión en los campus basada en las percepciones de los estudiantes sobre la comodidad al expresar ideas, la tolerancia hacia los oradores y otras medidas.
“Anecdóticamente y por experiencia personal, ciertamente hay un grupo de estudiantes
que están considerando estos factores en términos de dónde ir a la universidad”, dijo Stevens.
El 81 por ciento de los estudiantes liberales y el 53 por ciento de los conservadores dicen que apoyan las denuncias a profesores que hacen comentarios que consideran ofensivos, según la misma encuesta. Esta utilizó comentarios en su muestra como: “No hay evidencia de prejuicios contra los negros en los tiroteos policiales”, “Exigir la vacunación contra el COVID es un asalto a la libertad individual” y “El sexo biológico es un hecho científico”.
Una profesora de la Universidad Texas A&M fue investigada cuando un estudiante la acusó de criticar al vicegobernador del estado durante una conferencia, aunque finalmente fue exonerada. Una profesora de antropología de la Universidad de Chicago que impartió un curso universitario llamado “El problema de la blancura” dijo que se vio inundada de mensajes de odio cuando un estudiante conservador publicó su foto y su dirección de correo electrónico en las redes sociales.
Más de la mitad de los estudiantes de primer año dicen que las universidades tienen derecho a prohibir a oradores radicales, según una encuesta anual realizada por un instituto de la UCLA. La encuesta de College Pulse dice que el sentimiento lo comparte el doble de proporción de estudiantes liberales que de conservadores.
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La aparición de un jurista conservador —quien habló en el Washington College de Maryland el mes pasado— fue interrumpida por estudiantes debido a sus posiciones sobre cuestiones LGBTQ y el aborto. El tema: la libertad de expresión en el campus.
En marzo, un grupo de estudiantes en el campus de Stanford interrumpió un discurso de un juez federal cuyo historial judicial, según dijeron, era anti-LGBTQ. Cuando pidió la intervención de un administrador, un decano asociado de diversidad, equidad e inclusión lo confrontó y le preguntó: “¿Vale la pena el dolor que esto causa y la división que esto causa?”. El decano asociado fue suspendido y luego renunció.
“Hoy es un hecho triste que la mayor amenaza a la libertad de expresión proviene del interior de la academia”, afirmó el American Council of Trustees and Alumni, de tendencia derechista, que está presionando a las universidades para que firmen su Iniciativa de Libertad Universitaria que alienta a enseñar a los estudiantes sobre libertad de expresión durante la orientación para estudiantes de primer año y disciplinar a las personas que interrumpan a los oradores o eventos, entre otras medidas.
“Tengo que imaginar que en las universidades que tienen un mal historial en materia de libertad de expresión o libertad académica, esto afectará su reputación”, dijo Steven Maguire, becario de libertad en el campus de la organización. “Escucho a personas decir cosas como: ‘Me preocupa a qué tipo de instituto universitario o universidad puedo enviar a mis hijos y si serán libres de ser ellos mismos y de expresarse'”.
Algunas universidades ahora están reclutando activamente estudiantes basándose en este tipo de inquietudes. Colorado College creó en septiembre un programa para facilitar el proceso a los estudiantes que desean transferirse de instituciones en estados que han prohibido las iniciativas de diversidad, equidad e inclusión. Hampshire College en Massachusetts ha ofrecido admisión a cualquier estudiante de New College en Florida, sujeto a lo que los críticos han descrito como una toma de posesión conservadora. Hasta ahora, treinta y cinco han aceptado la invitación.
Aunque muchos críticos conservadores de los institutos universitarios y universidades dicen que los profesores están adoctrinando a los estudiantes con opiniones liberales, los estudiantes entrantes de primer año tienden a tener opiniones de izquierda antes de poner un pie en el aula, según esa encuesta de UCLA.
Menos de uno de cada cinco se considera conservador. Tres cuartas partes dicen que el aborto debería ser legal y favorecer leyes de control de armas más estrictas, el 68 por ciento dice que las personas ricas deberían pagar más impuestos de los que pagan ahora y el 86 por ciento que el cambio climático debería ser una prioridad federal y que debería haber un camino claro hacia la ciudadanía para todos los inmigrantes indocumentados.
Los futuros estudiantes dicen que están observando cómo se aprueban nuevas leyes, surgen controversias en los campus y analizan activamente no sólo la calidad de la comida y las especialidades disponibles en las universidades a las que podrían asistir, sino también la política estatal.
“Una vez que decidí que iba a Carolina del Norte Central, busqué si Carolina del Norte era un estado rojo o un estado azul”, dijo Amankwaah. (Carolina del Norte tiene un demócrata como gobernador, pero los republicanos controlan ambas cámaras de la legislatura y tienen una supermayoría a prueba de veto en el Senado estatal).
Las leyes anti-LGBTQ de Florida llevaron a Javier Gómez a dejar su estado natal y mudarse a Nueva York para ir a la escuela de moda. Pero luego regresó y se transfirió a Miami Dade.
“La gente me pregunta: ‘¿Por qué diablos estás de vuelta en Florida?’”, dijo Gómez. “La razón por la que regresé fue porque tenía esa vocación innata de que tenías que quedarte y luchar por los niños queer y trans de aquí. A veces es abrumador. Puede ser muy agotador mentalmente. Pero quería quedarme y continuar la lucha y construir una comunidad contra el odio”.